Como la Hermandad de la Luz, estamos con ustedes para ayudarles cuando lo necesiten, a los que nos llamen. Nosotros oímos cada palabra, cada pensamiento y cada sentimiento. Nosotros no juzgamos. Más bien tratamos de estimularles y ayudarles a llegar a una aceptación de su propio poder y belleza. Nosotros no podemos hacer el viaje por ustedes; solamente a ustedes les corresponde hacer el trabajo, pero nosotros ayudaremos y asistiremos de cualquier manera aceptada por la Ley Cósmica. Nuestras bendiciones van para todos. Somos sus hermanos y hermanas que siempre estamos junto a ustedes. Ustedes son conocidos y amados como las almas fuertes y valientes, para emprender esta gran jornada desde la separación hacia la Unidad de Consciencia. Para ascender no es necesario ser perfecto. Incluso el más alto de los iniciados encara sus propias batallas y victorias internas. Namasté. Nos inclinamos ante el Dios y la Diosa dentro de cada uno de ustedes.
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Con Acuario viene lo Mejor… (5)
Regalos de la Luz * Re-flexiones
La Consigna es Crecer Juntos
El ser humano nació para crecer. Para evolucionar. Para hacer un aprendizaje a lo largo de toda su vida que le servirá, en distintos lapsos, para convertirse en una persona madura interiormente. ¿Y qué significa madurar interiormente? Convertirse en un adulto sin conflictos o, al menos, con la menor cantidad posible de conflictos. Significa vivir sin culpas, hacer el bien, no auto-agredirse, aprender a disfrutar de los momentos de felicidad que se le presentan.
Y, también, significa capitalizar a su favor las experiencias dolorosas del pasado. El peso de los errores (karma) cometidos. Las consecuencias de haber obrado equivocadamente. Esa es la clave de la que hablábamos. La casualidad no existe y las cosas que nos pasan ya están predeterminadas por el alma para que nos pasen (ley de causa y efecto). Aunque duelan tanto. Si nos detenemos a recordar esas experiencias del pasado, a analizarlas con rigurosidad, nos daremos cuenta de por qué hicimos tal o cual cosa, o de por qué dejamos de hacer tal o cual cosa. Y los resultados que obtuvimos: sentirnos víctimas del destino.
Si tomamos esas experiencias y separamos lo que hicimos mal o dejamos de hacer bien -porque no sabíamos o no podíamos realizarlo de otra manera- nos servirá para no repetirlas. Eso es el crecimiento. Eso es evolución. Eso es maduración. Esa es nuestra propuesta, nuestra consigna como almas: crecer. Conocer todo, saber y vivir lo lindo y lo no lindo, lo dulce y lo amargo, el amor y el desamor, la alegría y la tristeza. Y aprender.
Hurgar en la historia personal suele atemorizar y despertar sospechas, sentimientos frecuentes entre quienes se asoman al recuerdo de su infancia o de años pasados con cierta sensación de vértigo, borrando por completo de su mente aquellos episodios desagradables.
Sin embargo, nada puede ayudarnos tanto como reconocer y asumir nuestra propia historia. Entre otras cosas, porque lo que somos hoy es el resultado de lo que hicimos anteriormente y, además, porque sólo un profundo conocimiento sobre nuestro pasado puede permitirnos evolucionar y no cometer los mismos errores.
Si esta actitud de reconocimiento es válida para los hechos que produjimos en esta vida, también puede y debe aplicarse a nuestras vidas pasadas. Por la ley del Karma (causa y efecto), todo aquello que realizamos repercutirá en nuestras futuras encarnaciones (según la siembra será la cosecha), de modo que nuestras conductas de otras vidas determinan la forma en que vivimos en la actualidad, qué nos pasa, por qué gozamos y sufrimos.
A medida que vivimos y, fundamentalmente, a partir de las equivocaciones que cometemos, vamos acumulando deudas (karma) que quedarán pendientes hasta nuestra próxima encarnación. Cuanto más erremos y contrariemos a la Fuerza Cósmica, más atados estaremos a las cadenas de la reencarnación y con más prontitud regresaremos a este mundo.
Muchos de nuestros sufrimientos y padecimientos actuales son las formas en que pagamos las deudas de otras vidas, y de la aceptación humilde de estos hechos y de la capacidad que demostremos para aprender la lección dependerá la elevación espiritual que nos permita no volver a encarnar para que, por fin, nuestra alma viva gozosa y libremente.
Por esta razón, es de vital importancia saber quiénes fuimos en otras vidas, qué actitudes cometimos y para aprender qué lecciones hemos retornado a este mundo. Recobrar la historia personal para perdonar y perdonarnos.
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Sentimientos, actitudes, e incluso fobias que suelen resultarnos inexplicables hunden sus raíces en otras vidas. A partir de este conocimiento, muchas personas han descubierto la razón de su misterioso miedo a los aviones o al fuego. Otros, comprenden mejor su modo de relacionarse con los demás y también sus preferencias y sus debilidades.
Temer adentrarnos en los laberintos del tiempo, sólo porque nos resulta misterioso o difícil de creer, es un modo de negarnos una vía fundamental de crecimiento y superación. Y no aprender la lección nos arrojará, una y otra vez, a repetir errores que, indefectiblemente, incrementarán la deuda a saldar. Por eso, nada mejor que internarnos en nuestra historia, recorrer todos sus rincones y reconocerla, para empezar a vivir mejor hoy y descubrir, fundamentalmente, cuál es la misión que vinimos a cumplir a esta vida. “Hombre, Conócete a Ti Mismo… y Conocerás a Dios!”. El autoconocimiento es la esencia de la madurez humana.
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Evolucionar para cumplir nuestra misión
Todos los seres humanos llegamos a esta vida para cumplir una misión. Lo importante será descubrir de qué se trata y, a partir de entonces, dirigir toda la energía en alcanzar ese objetivo que le confiere sentido a nuestra existencia.
Cuanto más nos acerquemos a nuestra meta, más habremos crecido. En esta tarea, será imprescindible saber sacar provecho de los propios errores y no desperdiciar las oportunidades de alcanzar la felicidad. Querernos, respetarnos y escuchar nuestras voces más profundas será una de las condiciones ineludibles en este camino de aprendizaje por el bienestar interior.
Nuestro propósito es prodigarnos mutua compañía en este intento por vivir mejor y ser más sanos cada día, lo que de ningún modo significa que nos convertiremos en personas sin conflictos ni obstáculos. Pero, si verdaderamente deseamos evolucionar, será preciso esforzarnos tanto por modificar aquello que puede ser cambiado como por aceptar los dolores que no podemos evitar.
Sólo entonces estaremos en condiciones de conocer quiénes y cómo somos, para emprender nuevamente la tarea. ¿Por qué? Porque nunca terminamos de aprender. Aunque muchas veces nos cueste comprenderlo. La vida es, precisamente, una incesante tarea de evolución, un continuo procesamiento de todo lo que nos pasa: nuestros sentimientos, nuestros actos, nuestras reacciones frente a la conducta de los otros. Y, al mismo tiempo, conjugar todo eso con el Cosmos, sin contradecir al Destino o a la Fuerza Superior. Es decir, logrando una profunda y total armonía. No es una tarea sencilla, por cierto. Pero tampoco se trata de una meta imposible.
El SERVICIO es la llave que permitirá abrir el cerrojo de una vida mejor, más libre y más serena. Viejos y obsoletos métodos de enseñanza deberán ser reemplazados por otros nuevos y más creativos. Debemos comenzar a pensar en términos de un solo mundo; una sola humanidad.
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Marcelo Acosta
GRACIAS GRACIAS GRACIAS