“Nadie es perfecto”
Una de las mentiras más grandes que oímos en la actualidad es: “Nadie es perfecto”. Es una excusa excelente para nuestro comportamiento, y casi todo el mundo está de acuerdo, pero ¿es verdad? Bien al contrario, cada ser humano en este mundo es perfecto, pero hemos oído esa mentira desde que éramos niños, y como consecuencia, continuamos juzgándonos a nosotros mismos comparándonos con una imagen de la perfección.
Seguimos buscando la perfección, y en nuestra búsqueda descubrimos que todo en el universo es perfecto, excepto los seres humanos. El sol es perfecto, las estrellas son perfectas, los planetas son perfectos, pero cuando llega el turno de los seres humanos, “Nadie es perfecto”. La verdad es que todo en la creación es perfecto, incluso los seres humanos.
Si no tenemos la conciencia para ver esta verdad es porque estamos cegados por la mentira. Según lo que tú sabes, tal persona puede ser imperfecta, pero ¿acaso lo que tú sabes es la verdad?
Sólo existe la perfección y tomar conciencia de ello constituye otro paso importante en nuestra evolución. Decir lo contrario significa no tener conciencia de lo que somos. Y no es suficiente con decir que somos perfectos; necesitamos creer que somos perfectos. Si creemos que somos imperfectos, esa mentira se une a más mentiras que la apoyan, y juntas, todas esas mentiras reprimen la verdad y guían el sueño que nos estamos creando para nosotros mismos.
Las mentiras no son más que supersticiones y puedo asegurarte que vivimos en un mundo de superstición. Pero, de nuevo, ¿somos conscientes de ello?
Imagina que mañana por la mañana te despiertas en la Europa del siglo XIV, sabiendo lo que sabes ahora, creyendo lo que crees hoy. Imagina lo que esas personas pensarían de ti, de qué manera te juzgarían. Te juzgarían por bañarte cada día. Todo lo que crees sería una amenaza para lo que ellos creían.
¿Cuánto tiempo pasaría antes de que te juzgaran por ser un brujo? Te torturarían, te harían confesar que eres un brujo y finalmente te matarían por el miedo que despertarían tus creencias. Resulta fácil ver que aquellas gentes vivían su vida inmersas en la superstición.
Casi nada de lo que creían era verdad y esto puedes verlo fácilmente gracias a lo que crees hoy. Pero aquellas personas no eran conscientes de sus supersticiones. Su manera de vivir era completamente normal para ellas; no conocían nada mejor porque nunca aprendieron nada distinto.
Así que tal vez lo que crees sobre ti mismo está igualmente lleno de supersticiones, como las creencias de aquella gente del pasado. Sólo imagina que los seres humanos provenientes de siete u ocho siglos en el futuro pudieran ver lo que la mayoría pensamos de nosotros mismos hoy.
El modo en el que la mayoría de nosotros nos relacionamos con nuestro propio cuerpo es todavía bárbaro, aunque no tanto como hace siete siglos. Nuestro cuerpo nos es completamente fiel, pero lo juzgamos y abusamos de él; lo tratamos como si fuera el enemigo, cuando en realidad es nuestro aliado. Nuestra sociedad otorga una gran importancia al atractivo físico según las imágenes que vemos en los medios de comunicación: en la televisión, en las películas y en las revistas de moda (en Internet, las redes sociales, etc.). Si creemos que no somos suficientemente atractivos (inteligentes, etc.) según estas imágenes, entonces nos creemos una mentira y estamos utilizando la palabra contra nosotros, contra la verdad.
Nos dicen qué creer, cómo vestirnos, qué comer y manipulan a los seres humanos como si fuéramos marionetas, lo que significa que nos manipulan como quieren. Si quieren que odiemos a alguien, esparcen chismorreos por todas partes y las mentiras obran su magia. Cuando dejamos de ser marionetas, nos resulta obvio que nuestra vida ha sido guiada por mentiras y supersticiones. Imagínate lo que los futuros seres humanos pensarían de nuestras supersticiones. Si creyeran en la perfección de todas las cosas de la creación, incluidos todos los seres humanos, ¿los crucificaríamos por sus creencias? ¿Cuál es la verdad y cuál es la mentira?
Una vez más, la conciencia resulta muy importante porque la verdad no viene con las palabras, con el conocimiento. Pero las mentiras sí que lo hacen y hay billones de mentiras. Los seres humanos nos creemos tantas mentiras porque no somos conscientes de ello. Ignoramos la verdad o sencillamente no vemos la verdad. Cuando estamos domesticados acumulamos una gran cantidad de conocimiento, y todo ese conocimiento es sencillamente como un muro de bruma que no nos permite percibir la verdad, lo que realmente es.
Sólo vemos lo que queremos ver; sólo oímos lo que queremos oír. Nuestro sistema de creencias es exactamente como un espejo que únicamente nos muestra lo que creemos.
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por don Miguel Ruiz Jr.
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