Canto del Corazón (*)
Los miembros de una tribu de África oriental utilizan un canto especial para cada miembro de la tribu, el cual le es asignado antes de su nacimiento.
En dicha tribu la fecha de nacimiento de una criatura no es el día del parto, ni siquiera el día de la concepción, como en otras comunidades. Para ellos la fecha de nacimiento coincide con el instante en que la madre piensa por primera vez en ese hijo o hija.
La madre, consciente de sus intenciones de concebir un hijo con un hombre específico, se aleja para sentarse solitaria a la sombra de un árbol grande. Allí se sienta y escucha con atención hasta que puede oír el canto de la criatura que ella espera traer al mundo.
Una vez que ha oído la canción, vuelve a la aldea y se la enseña al padre para así poder cantarla juntos mientras hacen el amor, invitando a la criatura a que se les una.
Cuando se realiza la concepción, la madre le canta la canción al hijo que lleva en el vientre, y luego se las enseña a las ancianas y a las parteras de la aldea, de manera que durante los trabajos del parto y el instante del nacimiento, la criatura sea bienvenida con dicho canto.
Después del nacimiento, todos los miembros de la aldea aprenden la canción de cada niño y se la cantan cuando se cae o se hace daño.
Se canta también en momentos de triunfo, en rituales y durante la iniciación.
Cuando llega la edad adulta, el canto se convierte en parte de su ceremonia matrimonial.
Al final de su vida, sus seres queridos rodean su lecho de muerte y entonan el canto por última vez.
Oír una historia así nos hace anhelar esa capacidad de escuchar y quisiéramos que nuestra vida y nuestro canto fueran considerados y guiados desde tan alta magnificencia. Pero nos han desviado y nos han atraído al mundo del mercado. Llevamos vidas complejas en tiempos metalizados donde impera la ambición y nos dirigen desde fuera.
Con cuánta frecuencia hemos olvidado escuchar…
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(*) Historias del espíritu, historias del corazón, Jack Kornfield, 1974 (co-fundador del budismo Theravada en occidente).
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Solo por hoy (Juan XXIII, decálogo)
“Sólo por hoy trataré de vivir bien este día, sin querer resolver los problemas de mi vida todos de una vez.
Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: seré amable, no haré daño a nadie con mis formas, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar a los demás, sino a mí mismo.
Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en éste también. Pase lo que pase.
Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.
Sólo por hoy dedicaré diez minutos a la oración o a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la oración o una buena lectura es necesaria para la vida del alma.
Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie. Hoy haré sonreír a alguien.
Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que me cuesta; y si mis sentimientos se oponen, los venceré procurando que nadie se entere.
Sólo por hoy trataré de vivir con orden, y si es posible con un pequeño programa detallado, aunque no lo cumpla cabalmente. Y me guardaré de tres calamidades: la prisa, la indecisión y el agobio.
Sólo por hoy creeré firmemente, aunque las circunstancias demuestren lo contrario. Hoy creeré firmemente que la buena Providencia de Dios se ocupa de mí, como si nadie más existiera en el mundo.
Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad de los que me rodean. Todo termina bien cuando confío y actúo rectamente”.
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One Response
Monica
Hermoso juan. llega a mi alma a mi vida. gracias x 3