¿Por qué ganan los equipos pequeños?

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¿Alguna vez has notado cómo los equipos pequeños parecen hacer las cosas mejor?

Todo se reduce a la complejidad de la comunicación. Básicamente, existe esta cosa llamada Ley de Metcalfe (*) que dice que cuantas más personas agregues a una red, más difícil será comunicarse de manera efectiva.

(*) La ley de Metcalfe dice que el valor de una red de telecomunicación aumenta proporcionalmente al cuadrado del número de usuarios del sistema (n2).

Y no es solo una cuestión tecnológica, también se aplica a equipos y organizaciones. Cuando los grupos se hacen demasiado grandes, es difícil mantener la comunicación fluyendo sin problemas. Nuestros cerebros solo no pueden manejar tantas relaciones a la vez.

Solo podemos mantener conexiones cercanas con unas 5 personas, y algunas menos cercanas (intensas) con otras 15. Es por eso que los equipos deportivos generalmente no tienen más de 15 jugadores.

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Las organizaciones con visión de futuro se han dado cuenta de esto y se han alejado de las estructuras tradicionales de arriba hacia abajo. En cambio, han creado redes de equipos que trabajan juntos de forma autónoma con menos mandos intermedios. De esa manera, todos pueden comunicarse y coordinarse sin empantanarse.

Pero aquí está lo otro: cuando no hay autoridad, los equipos deben ser lo suficientemente pequeños como para asegurarse de que todos puedan mantenerse al día con la comunicación y el intercambio de información.

Se trata de encontrar ese punto óptimo donde todos puedan trabajar juntos sin sentirse abrumados.

Y sí, NUNCA volveremos al viejo modelo de trabajo de nuevo!

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¡Fue nada menos que un CAMBIO DEL JUEGO para nosotros!

Equipos más pequeños tienen la ventaja de lograr soluciones sostenibles con mayor efectividad.

Como vemos, a mayor cantidad de conexiones, mayor es la posibilidad de generar una red más amplia para comunicarse con otras personas. Esto que puede ser un “valor” en términos de ampliar vinculaciones se transforma en una “limitante” al momento de los acuerdos cuando se trata de comunicación interpersonal y la toma de decisiones.

Cuando los grupos son pequeños, el funcionamiento de las relaciones entre los participantes puede ser descripto con términos precisos. Hablamos de confianza, de creencias compartidas, de autenticidad, de conexión, de propósitos compartidos, de empatía, etc. Pero la forma en que nos relacionamos a pequeña escala no suele ser igual a gran escala.

Las diferentes visiones del mundo, las coincidencias, nuestras creencias, el poder, no fluyen fácilmente cuando se incrementan los niveles o el número de contactos. Así las personas solemos ser “felices” en una red de vínculos, pero también podemos encontrarnos “perdidos” en otras; “poderosos” en una red, o “indefensos” en otras más grandes.

Es que cuando comenzamos a considerar esta idea que nos plantea la Ley de Metcalfe, aparece rápidamente la noción de que vivimos nuestras vidas vinculadas a diferentes estructuras de relacionamientos. Más pequeñas y deseables por el confort que nos brindan, o más grandes e irritantes por sus múltiples aristas. Ambos formatos pivotando en nosotros como eje de vinculación de diferentes estructuras.

Somos el punto de articulación de estructuras anidadas.

Si comenzamos a aceptar esta visión, y somos capaces de reconocer el impacto que generan en nuestro modo de estar en vinculación, estaremos en mejores condiciones para tomar decisiones de acción para apoyar procesos de cambio.

Podemos quedar separados, o en conflicto, o generar acciones erróneas si nos falta claridad en reconocer como operamos con estas estructuras. Incluso podemos “quedar atrapados” dentro de ellas.

Siempre estamos sumergidos en nuestras relaciones cotidianas. Trabajar para hacer “consciente” estas relaciones nos permitirá entender su génesis (como nacen, como se sostienen) y a partir de allí desarrollar y transformar las dialécticas que se suceden dentro de estas estructuras y entre ellas, y las que habitan en nuestro inconsciente.

Dicho de otro modo, se trata de comprender la relación entre la estructura social que deseamos abordar y la configuración del mundo interno del sujeto que la aborda (nosotros mismos). Esta relación es la noción de vínculo.

Todo ser humano es un “ser de necesidades” que solo puede satisfacerlas socialmente. Por lo tanto, las relaciones que establecemos con otros nos determinan.

Somo sujetos de “relaciones” pero también somos “la resultante” de dichas interacciones entre individuo, grupos y clases.

Aparece entonces el concepto de “grupo” que se constituye en un espacio operacional privilegiado que nos permitirá entender el juego que ocurre entre lo que pasa “dentro” del individuo, y se proyecta, hacia “afuera”, en la construcción de relaciones (y de una sociedad).

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Siguiendo Juan Angel Moliterni:

Instructor Espiritual de la Ciencia Iniciática, Canalizador, Reiki Ascensional Claridad, Ciencia Astrológica, Músico Arteosofia.

La Hermandad Blanca Universal, la jerarquía espiritual de Maestros Ascendidos, transfiere una antorcha, una Luz, a aquéllos que deseen tomarla, que vayan a agarrarla con fuerza. La antorcha de la Síntesis de oriente y occidente, de los Valores apreciados, el conocimiento espiritual y la comprensión del Cosmos. Te invitamos a participar!

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