La enseñanza, como servicio, es para enseñar a los seres a encontrar mejores formas de vivir; proporcionarles medios para vivir mejor; ofrecerles técnicas que les permitan reestructurar y reorientar los patrones de su mente. Si se enseña de esta forma y si los receptores son los aspirantes, esto debería dar como resultado la mejora cualitativa de aquellos que han recibido la enseñanza y, entonces, se aporta a sus vidas el necesario ímpetu para encontrar el equilibrio entre su vida social, económica y doméstica. En esta actividad, enseñar se considera como actividad vertical y escuchar como actividad horizontal.
El maestro enseña al estudiante a mejorar cualitativamente su vida de forma progresiva. Si esto no ocurre, la enseñanza no tiene ningún sentido. Del mismo modo, la curación no tiene ningún sentido si no permite al paciente vivir de una manera menos malsana. Se debería educar al paciente para que condujera su vida sin caer enfermo de forma reiterada. Un buen curador es aquel que ha curado la mente y el cuerpo y ha permitido al alma trabajar en armonía con su mente y su cuerpo. Esto también ha de ser gradual.
Toda actividad humana es servicio a los seres humanos, a los animales, a las plantas o a los minerales. Los seres humanos nacen para servir. Al igual que otros seres, necesitan alinearse para saber cómo servir. Sabiendo cómo servir, tienen que servir. Tienen que esforzarse en servir mejor cada día. Este es el noble trabajo del aspirante. El conocimiento recibido en la vida de grupo es para ayudarle a alinearse mejor y, de esta manera, comprender mejor y, finalmente, servir mejor. Que éste sea también el objetivo de esta vida de grupo.
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