por K. Parvathi Kumar
Respecto a la salud, hay una dimensión oculta. Generalmente no se percibe que la humanidad está viviendo en corrientes entrecruzadas que son muy perjudiciales. Hay una enorme guerra de pensamientos en el plano del pensamiento que rodea al hombre, que es peor que la guerra en el plano físico. Si uno conociera la dimensión de la guerra en el plano del pensamiento, preferiría la guerra física.
En el plano físico, las armas se acercan desde una dirección conocida. Por lo menos uno sabe desde qué dirección le impactan las armas. En consecuencia, puede protegerse o enfrentarlas. Pero si las armas provienen de direcciones inesperadas, desconocidas, de enemigos invisibles, ¿cómo puede protegerse? Es mucho mejor un enemigo único de gran magnitud que tener que enfrentarse a incontables enemigos imperceptibles. Naturalmente las personas no se dan cuenta de este peligro que se cierne sobre ellas, pero son afectadas constantemente.
La hipertensión, las hemorragias cerebrales, el flagelo de las alergias de piel, el cáncer y las enfermedades de la tensión y el estrés, tales como la diabetes y la depresión, se deben todas a la infiltración de las fuerzas beligerantes del plano del pensamiento al interior del sistema humano. El aislamiento de este imperceptible enemigo puede ser desarrollado inculcando una conciencia positiva y manteniendo una alegría y gozo constante.
El gozo es una sabiduría especial. Incluso los sabios muchas veces no son alegres. Mucha gente sabia está ocupada en otras cosas y muchas veces se alejan del gozo. Muy pocos saben que el gozo es la mejor medicina sutil para contrarrestar a los enemigos sutiles de la salud. Es realmente sabio que uno aprenda a estar alegre. Esta es la primera sabiduría que se aconseja tener con el fin de mantener la salud, así como también para todos los fines de nuestra vida.
Una vida vivida con gozo vale más que cualquier otra cosa. Muchos sabios Maestros y sanadores de la antigüedad impartían alegría para sanar a muchos pacientes incurables, quienes de allí en adelante pudieron vivir una vida con gran confianza en ellos mismos y que funcionaron bien, deteniendo la dominación de sus enfermedades.
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El letargo, una enfermedad
Los médicos harían bien en considerar al letargo como una enfermedad grave. El letargo es un estado peculiar indefinido entre el sueño y la muerte. El corazón casi deja de latir y el cuerpo queda inmóvil. La expresión de la cara tiende a verse pálida y descolorida. Sin embargo, el hombre está vivo y puede regresar a su actividad, cosa que nadie comprende. No se puede alarmar a los pacientes por caer en el confort del letargo. Durante las horas en que están despiertos se les debe aconsejar que estén activos mentalmente y también físicamente.
El latido cardíaco bajo, la presión diastólica baja dan letargo a los pulmones. No se debe permitir que los pulmones disminuyan la fuerza de su inhalación y exhalación. Los pulmones inactivos son un problema mucho más grave que la insuficiencia cardíaca. Las personas con letargo también están tensionadas, y esa es una tensión antinatural del organismo en relación con las dimensiones vitales del hombre. La fatiga, el orgullo, la tristeza y las conmociones pueden llevarnos a este estado.
A menudo, las personas que padecen letargo durante mucho tiempo se quejan de olvido, de pérdida de memoria y de recuerdos. Este es un signo peligroso del retiro de la consciencia. El médico debería averiguar la rutina diaria del paciente para extraer información sobre el grado de actividad del paciente. Las depresiones son comunes en aquellos que sucumben al letargo durante años, y desaniman al entorno y a las personas que rodean al enfermo.
Se debe hacer todo el esfuerzo posible para asegurar que las personas con letargo estén suficientemente activas como para mantener una salud funcional, aunque no tengan una buena salud. Si la hiperactividad es evitable, la hipoactividad es igualmente evitable.
Si un paciente dice: “he hecho todo lo que estaba a mi alcance”, el médico no debería creerlo. Frases como ésta son una manera sofisticada de expresar nuestra incapacidad o nuestro fracaso. Las personas que expresan esto se excusan a sí mismas y caen en sus propias limitaciones y autocompasión. Cuando un paciente está agotado, pierde la clave de la salud y se mantiene vivo con discursos indolentes e ignorantes.
Los médicos tienen el deber de recordarles a los pacientes que la energía del corazón es inagotable, y que no deben dejar que esa energía quede enterrada en ellos privándose de mejores posibilidades. Decir que todas las fuerzas están agotadas no es más que una fatuidad.
La persona letárgica, indolente, perezosa e ignorante y que cae en la autocompasión nos habla de que abandonará todo y se lavará las manos ante una situación. Esas personas les cierran el acceso a las energías positivas curativas. El médico debe ser consciente de los trastornos psicológicos. Este profesional hará un servicio muy pobre si no advierte los trastornos psíquicos y además suministra listas copiosas de medicamentos.
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One Response
Patricia Alcalá Núñez
Me fascina la perspectiva con la que ven estas situaciones, se necesita hacer más énfasis en lo inútil y nocivo de los medicamentos!