Las religiones hablan de aversión a las cosas mundanas. En la espiritualidad la aversión no tiene lugar, porque la subjetividad es divina y por lo tanto la objetividad también es divina.
Lo Divino existe en gradaciones de Luz y de Amor. Por lo tanto, tratamos de experimentar desde el plano físico básico hasta la totalidad de los siete planos de existencia.
Tenemos que ascender los siete planos, experimentar la grandeza de la súper-alma así como la grandeza del alma, experimentar la bienaventuranza (beatitud) y el gozo (alegría) correspondiente, y también la felicidad.
Estas son todas gradaciones, porque el alma siempre está persiguiendo una alegría mayor, una alegría más profunda e incluso eterna. La felicidad que tenemos en la objetividad tiene sus altibajos. Se puede tener gozo interior y tener un rostro sonriente a pesar de lo que esté sucediendo afuera.
Y luego, la bienaventuranza está todavía más allá, y la integración con lo Divino es lo último. De modo que todo tiene su gradación.
A las personas que sienten que la felicidad externa es suficiente, les gustaría moverse hacia la felicidad interior. Allí es donde el esoterismo, el discipulado, el yoga, los Maestros ascendidos, y la Divinidad son todos relevantes, no simplemente para hablar de ellos en cualquier lugar y en todas partes, sino para practicar todos los días para volvernos hacia adentro, crecer y volvernos hacia afuera (luego). Incluso la respiración funciona alternadamente.
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