Hijos míos, debemos simplificar nuestra vida y gastar lo que hemos ahorrado en ofrendas de amor. Ayuden a las obras de caridad, como por ejemplo, contribuir a la impresión y publicación de libros espirituales para que puedan venderse a un precio más barato. Los pobres tendrán entonces la posibilidad de comprarlos y leerlos. De esta forma, contribuiremos a que también ellos desarrollen una cultura espiritual.
No olviden reservar al menos una hora cada día al servicio de los demás. Con los alimentos que comemos nutrimos el cuerpo; lo que damos en caridad alimenta nuestra alma. Si no disponen de tiempo para hacerlo todos los días, reserven al menos algunas horas a la semana para actos de caridad que valgan realmente la pena.
No den dinero a todos los que mendigan. Es mejor que les den alimento o vestidos. A veces se corre el peligro de que hagan mal uso del dinero, gastándolo en alcohol o drogas. No les demos tampoco la posibilidad de que se extravíen. Intenten ver en ellos no a mendigos, sino a Dios mismo. Denle gracias porque nos brinda la oportunidad de servirle. Es preferible no dar de comer a los mendigos un alimento en un plato sucio. Nunca den con desprecio. Los actos y las palabras amables son las mejores limosnas.
Es muy beneficioso realizar las ceremonias asociadas a nuestra vida, como dar un nombre, tomar el primer alimento sólido, iniciar la educación o casarse, en un templo o Ashram y, en tales ocasiones, alimentar y vestir a los necesitados. Los gastos realizados para la celebración y ornato de una boda deberían reducirse al mínimo indispensable. Con lo ahorrado, podría pagarse la boda de una muchacha pobre o la educación de un niño.
La renuncia tendría que formar parte de nuestra vida. Si tenemos por costumbre comprarnos diez vestidos cada año, este año compremos uno menos y el próximo disminuyamos aún más nuestro gasto. De esta forma podremos reducir nuestro guardarropa hasta que sólo contenga el número de vestidos que, de veras, necesitamos. Con el dinero así ahorrado por diez personas habría bastante para construir una casa para alguien que realmente lo merezca, como un minusválido o una familia muy pobre. Esta acción podría animarles a convertirse en devotos. Muchos nos imitarán al ver nuestra rectitud y abnegación. Reduzcan el lujo, no sólo en los vestidos sino también en todo lo demás, y usen el dinero así ahorrado en fines de caridad.
Hemos de dedicar una parte de nuestros ingresos a ayudar a los demás. Si no les es posible dar dinero directamente a los que lo necesiten, podemos reservarles lugar en un Ashram o en una institución espiritual que organice actividades sociales. Por ejemplo, podemos poner publicaciones espirituales a disposición de bibliotecas públicas, de escuelas o colegios.
Nuestras acciones altruistas y desinteresadas no sólo ayudarán a los demás, sino que ampliarán también nuestra conciencia. Quien toma una flor con la intención de ofrecerla es el primero en disfrutar de su perfume y belleza. Igualmente, nuestro propio yo despierta mediante nuestras acciones desinteresadas. Nuestro mismo aliento, impregnado de buenos pensamientos, aprovecha a los demás lo mismo que a la Madre Naturaleza.
Hijos míos, sea cual sea la importancia de nuestro rango social, deberíamos considerarnos constantemente como los servidores de nuestros hermanos.
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La Madre Divina sólo escucha el lenguaje del corazón…
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Donaciones Amorosas
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One Response
MIRIAM GRACIEALA SIMPSON
que asi sea!!! BENDICIONESSS!