Jardines de la Presencia, por Juan Angel Moliterni
Serie de Pensamientos semilla capaces de elevar el espíritu, de abrirte el entendimiento y, poco a poco, de guiarte al jardín de la Presencia que hay ti. Mantén una conciencia abierta, y el Maestro sembrará en ti las semillas potenciales de sabiduría.
La experiencia de la muerte psicológica (del ego) es más difícil de tratar cuando le oponen resistencia, cuando el miedo les domina de tal manera que escapan emocionalmente de lo que está ocurriendo dentro de ustedes y no profundizan bastante dentro de ustedes mismos para dejar que tenga lugar una descarga y una transformación de energía.
Si en algunos momentos de sus vidas experimentan la muerte psicológica (ego) y la impotencia, tal vez quieran tener presente que pueden beneficiarse:
1) yendo hacia su experiencia, en lugar de retroceder aterrorizados y quedarse en la periferia;
2) encontrando un ambiente o un auxiliador que les brinde apoyo y terapia, para que les acompañe a través del descenso: y
3) descubriendo un canal físico o creativo poderoso. Para muchos de ustedes, sólo cuando han descendido por completo en el abismo de ustedes mismos, y han experimentado y aceptado el sufrimiento que puede residir allí, pueden empezar el ascenso.
Pueden aprovechar especialmente las formas intensas y liberadoras de las energías actuales, que son propias del desarrollo espiritual, como una “terapia” sobre el origen. Están renaciendo a su origen, por lo que deberían colaborar con el proceso, deberían ser cautos para no efectuar una aproximación potentemente catártica, y contar con adecuada supervisión y apoyo. Esta no es una “terapia” convencional, no es pasiva, no es de origen humana… las terapias humanas tal vez tengan escaso efecto sobre ustedes. Y por la naturaleza de la energía, exige la participación total del cuerpo y de las emociones, y la descarga (adecuada) de la energía física y emocional.
La experiencia de la muerte psicológica (ego), como la experiencia de la muerte física, no es, por tanto, un final sino más bien una etapa en un proceso en marcha, propio del devenir y de la evolución. Se trata de un renacimiento, de un medio para eliminar las porciones inútiles del pasado, a fin de que pueda surgir lo nuevo. Los físicos modernos están descubriendo que los agujeros negros sólo se desvanecen para aparecer de nuevo en el vacío como agujeros blancos, como estrellas nuevas, como nuevas galaxias. Mueren tan sólo para Renacer.
Cuando están descendiendo, la posibilidad del ascenso suele parecer inconcebible. Pero la experiencia del descenso y del ascenso (maduración del alma) guarda un claro paralelismo con la muerte y el renacimiento. Como escribieran Stanislav y Christina Grof: “Tras una profunda confrontación con la noche oscura del alma, llega al punto decisivo, que es glorioso… El alma emerge hacia el resplandor de la Luz Divina y experimenta el renacimiento espiritual”.
La muerte no es un final sino más bien un nacimiento en una nueva dimensión, una etapa de transición en la travesía del alma por el tiempo y el espacio. En el mito heleno de Deméter y Perséfone, Deméter desciende al infierno a fin de devolver la vida a su hija Perséfone. Debido a que Perséfone come una semilla de granada mientras está en el reino de Hades, ella debe descender al Averno durante seis meses cada año: debe morir durante los meses de otoño e invierno, para que pueda llegar la primavera y para que la vida pueda renovarse continuamente.
Este tema de la muerte y el renacimiento es fundamental en las religiones en que se propician los Misterios; también es fundamental en varios ritos de iniciación en los que un individuo pasa por un tremendo sufrimiento; a menudo tiene que luchar para sobrevivir y luego, abandonando una identidad y un “rol” sociales, propios del pasado, renace con un nuevo nombre y con un “rol” nuevo.
Más capaces serán de manejar y aprovechar las potentes energías actuales (trascendentales) en la medida en que: tomen más contacto con su Yo Superior, con su Espíritu; más se identifiquen con aquél, en vez de hacerlo con su ego (humano) o con las diversas manifestaciones de su ego que componen su realidad; más plenamente sientan que, son más que su consciencia normal y diaria de ustedes mismos; más receptivos se vuelvan respecto de las energías del universo y más acepten, de buen grado, lo desconocido, dejándose transformar por esto último; y más capaces sean de tener confianza en su propio proceso del devenir y más confíen en un plan divino que guía su evolución.
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