por Jeff Foster
Hablamos mucho de pensamientos “positivos” y “negativos”. El pensamiento “soy feo” no es un pensamiento negativo; es un pensamiento que hemos calificado de negativo porque no nos gusta lo que dice de nosotros.
El pensamiento “soy feo” nos hace sentir mal porque no queremos admitir la fealdad en nuestra experiencia. El pensamiento “soy un fracaso” nos disgusta porque no queremos abrazar profundamente el fracaso, dado que ese abrazo pondría en peligro nuestra imagen de persona triunfadora.
Así que intentamos desterrar todos los pensamientos “negativos” y tener solo pensamientos “positivos”.
El pensar positivo se ha convertido en una auténtica obsesión en los últimos años; pero es una táctica que al final no funciona, ya que los opuestos siempre aparecen juntos.
La mayoría de las veces, cuando creemos que estamos pensando “en positivo”, lo que en realidad estamos haciendo es utilizar lo positivo para encubrir lo negativo. ¡Lo negativo sigue estando donde estaba, gruñendo desde abajo, listo para estropearnos toda la diversión en el momento más inesperado!
Nos sentimos feos, no aceptamos ese sentimiento que consideramos feo, y nos esforzamos por sofocar la fealdad intentando pensar y sentir “en positivo”, pero la belleza resultante es entonces una belleza superficial, vacía, lo mismo para nosotros que para los demás, y no nos da lo que realmente anhelamos.
Podría decirse que, al buscar lo positivo, en realidad creamos lo negativo, dado que no puede existir lo uno sin lo otro. El pensar positivo crea de hecho un pensar negativo.
Si alguna vez te sientes atacado personalmente, es señal de que estás defendiendo una imagen de ti. Recuerda, no se puede atacar lo que somos, solo la imagen de ello.
Cuando no defiendes ninguna imagen, todos los pensamientos tienen permiso para aflorar y desvanecerse.
Es casi como si la vida, en su compasión infinita, intentara destruir cualquier imagen falsa que tengas de ti. Si te aferras a la de la belleza, lo feo llegará y tratará de destruirte. Si te aferras a la del éxito, el fracaso empezará a vapulearte hasta que veas la realidad.
Es como si la vida quisiera estar en perfecto equilibrio; quiere lo bello, lo feo, no lo uno o lo otro; lo quiere todo, puesto que lo es todo. Cada uno de esos pensamientos que consideras “negativos” es en realidad un buen amigo que trata de mostrarte la falsa imagen de ti mismo que sigues intentando defender.
Si escuchamos de verdad al sufrimiento, siempre nos muestra aquello con lo que todavía estamos en guerra. Siempre nos muestra lo que buscamos.
Con frecuencia, intentas proteger una imagen de ti y ni siquiera te das cuenta de ello. Olvidamos con tanta facilidad quiénes somos -la vasta capacidad para la vida en sí- que entramos en guerra con un pensamiento, que calificamos de “negativo”, en vez de buscar su verdad inherente.
Si estamos abiertos, receptivos, siempre podemos encontrar la verdad en un pensamiento, incluso en los pensamientos más “negativos” sobre nosotros mismos. Vemos entonces que no somos quienes creemos ser.
Todo sufrimiento, todo conflicto, contiene una invitación a que dejes de identificarte con una imagen y descubras la más profunda aceptación en la experiencia presente:
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- ¿Qué pensamientos y juicios, procedentes de ti mismo y de otros, te hacen daño?
- ¿En qué pensamientos percibes negatividad?
- ¿Puede esa percepción decirte qué imágenes de ti sigues defendiendo en el momento?
- ¿Qué te hace entrar en guerra para defender una falsa imagen de ti?
- ¿De qué olas de experiencia intentas protegerte?
- ¿Qué no permites que entre? Y
- ¿es posible que reconozcas que a eso que no permites que entre ya se le ha dejado entrar?
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La defensa de una imagen siempre desemboca en conflicto, y, como consecuencia, en sufrimiento… Todas las imágenes se desmoronan cuando se encuentran frente a frente con la Vida.
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