Las Olas y el Océano

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por Jeff Foster

olaLos pensamientos aparecen y desaparecen, ellos solos. Las imágenes, los recuerdos y las ideas van pasando uno tras otro por la pantalla de nuestra consciencia, se quedan un rato y luego desaparecen. Van y vienen toda clase de sentimientos: tristeza, aburrimiento, frustración, ira, miedo… Se suceden las sensaciones por todo el cuerpo. Los sonidos surgen de la nada: el tráfico de la calle, el zumbido de un televisor, un portazo, tu propia respiración, el canto de un pájaro…

A lo largo de todo el día, ascienden y descienden todo tipo de pensamientos, sensaciones, sentimientos y sonidos en el océano de consciencia que eres.

¿Eres capaz de reconocer que tu experiencia de la vida es siempre una simple danza de olas en el momento presente, que se suceden todas en el vasto océano que eres?

Lo que eres, igual que el océano, abarca todas las pequeñas ondas de experiencia que ascienden y descienden, que nacen y mueren. Tú no eres tus pensamientos, ni tus sentimientos, ni tus ideas y juicios sobre ti mismo, ni la historia de tus éxitos y fracasos, ni ninguna de las sensaciones o sonidos que aparecen y desaparecen; sin embargo, lo que eres -como el espacio plenamente abierto en el que se permite que aparezcan y desaparezcan todos los pensamientos, sensaciones, sentimientos y sonidos- es a la vez, misteriosamente, inseparable de esos pensamientos, sensaciones, sentimientos y sonidos.

Tú no eres tus pensamientos, pero, a la vez, todos los pensamientos tienen permiso para ir y venir en la intimidad que eres. Lo que eres no son sonidos, y, no obstante, todos los sonidos tienen permiso para aparecer y desaparecer en ti.

Desde la perspectiva de lo que eres, desde la perspectiva del océano, aunque las olas sean todas diferentes en apariencia, en esencia son todas lo mismo. Todas son agua. Así que, utilizando esta metáfora, podría decirse que el océano sabe que todas las olas son sencillamente parte de él. Cada pensamiento, cada sentimiento y cada sensación que aparece en ti es sencillamente el océano en su danza.

Así que, en el nivel más profundo, el océano no tiene ningún problema con ninguna de las olas, porque sabe que ninguna de ellas puede poner en peligro lo que él es en realidad. Hay, por tanto, un profundo bienestar respecto a todas ellas, una paz que escapa al entendimiento, que nace de haber reconocido que, en esencia, son inseparables del océano.

Ninguna de las olas de la vida puede dañar al océano que eres. Ninguna puede destruirte. Ninguna puede sustraerte nada, y ninguna puede añadir nada a lo que eres. Ninguna de las olas es ajena a ti.

De modo que, ya aparezca el océano como una ola de pensamiento, de dolor, de miedo, de entusiasmo, de alegría o como cualquier otra ola, sabe que, a nivel esencial, todas esas apariencias están bien. Todas tienen un hogar en lo que eres. Lo que eres es lo bastante vasto para contenerlas a todas.

Como nos han recordado todos los maestros espirituales a través de los tiempos, en realidad no eres una persona separada, no eres un yo individual, sino el espacio abierto en el que todas las pequeñas olas de experiencia -pensamientos, sensaciones, sentimientos, sonidos- vienen y van. Eres literalmente, eso que buscas.

Eres la consciencia que sostiene la danza de la forma. Eres la vasta expansión de percepción consciente en la que el mundo aparece y desaparece. Sea lo que sea lo que aparece y desaparece en tu experiencia, tú permaneces en calma en medio de la tormenta; eres el vasto y profundo océano que ni siquiera la ola más violenta puede destruir.

Por mucho que las olas se eleven y rompan estrepitosamente, en las profundidades del océano hay silencio… silencio y saber.

Eres como las páginas en blanco que hay debajo de estas palabras. Estás detrás de cada palabra, siempre presente, siempre como telón de fondo; eres esencial para que las palabras se vean, pero rara vez percibido y menos aún apreciado. Hay algo –llámalo como quieras (pues no siendo una cosa, es en verdad innombrable)- aquí, justo en las profundidades de la experiencia presente, que no viene y va, que no puede romperse, pudrirse ni desintegrarse, ni siquiera en medio de la más extrema tristeza, dolor o miedo.

Es un lugar que siempre está profundamente bien, incluso cuando todo en la superficie parece no estarlo. Y, dado que se encuentra más allá de los opuestos, más allá del mundo dualista del pensamiento, está asimismo más allá del ciclo de nacimiento y muerte. Nunca nació, y no puede morir. Es la completitud que la ola desesperada busca, pero nunca encontrará. Es el Hogar.

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