por Jeff Foster
La realidad es que, en cualquier momento, podemos sentirnos bellos o feos. A veces sentimos que somos un éxito, y a veces que somos un fracaso. A veces nos sentimos débiles, y a veces fuertes. A veces nos sentimos seguros, y a veces inseguros. A veces nos sentimos alegres, y a veces tristes. A veces sentimos que estamos a favor de algo, y a veces en contra de eso mismo. Así es como son las cosas, y es totalmente natural tener estos sentimientos aparentemente contradictorios uno detrás del otro, o incluso sentirlos al mismo tiempo (no nos gustan las paradojas, pero, cuando comprendes que somos en esencia criaturas paradójicas y que eso está profundamente bien, ¡ves lo natural que es no sentir lo mismo todo el tiempo).
Cuando decimos: “Quiero ser atractivo, quiero ser guapo”, lo que queremos decir es que deseamos sentirnos atractivos todo el tiempo, nunca sentirnos feos. Recuerda, lo que eres no puede ser nada en particular, pero, a la vez, lo que eres es la facultad de sentir cualquier cosa ahora. Queremos ser algo inmutable y sólido en el tiempo y el espacio, y sin embargo, cuando observamos, vemos que nuestros sentimientos están constantemente fluctuando, cambiando, en el momento intemporal.
Lo que sucede es que, en nuestro empeño por ser un yo coherente, por tener un relato de quiénes somos sólido, congruente e inmutable, consideramos negativa la incoherencia y la volubilidad, e intentamos evitarlas a toda costa. Queremos sentirnos igual mañana que hoy. Queremos tener los mismos pensamientos y opiniones, querer las mismas cosas, albergar las mismas creencias día tras día y año tras año. No queremos cambiar de idea. No queremos que se nos considere personas volubles, cambiantes, con las que no se sabe a qué atenerse, incapaces de decidirse por una cosa o por otra. El cambio, el movimiento, el flujo son la manera de ser de todo cuanto existe, y sin embargo, nosotros deseamos ser inamovibles, llevar por bandera una imagen definida e inmutable de quiénes somos, contar un cuento coherente sobre nosotros mismos día tras día.
Queremos ser algo, no obstante, nuestra naturaleza nos impide ser jamás “algo” fijo. Y a causa de nuestro malentendido sobre quiénes somos realmente, entramos en guerra con la integridad de la experiencia, intentando inmovilizar el flujo natural de la vida… lo cual tiene como resultado una gran frustración y sufrimiento.
La belleza de la vida es que está en constante movimiento, siempre cambiando. No podemos sentir lo mismo todo el tiempo. En la experiencia presente, no hay “todo el tiempo”, y tampoco hay “nunca”; solo la danza del ahora.
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One Response
Andrea
Que lindo!