Deconstruir el sentido común

Por Darío Sztajnszrajber

El amor, el tiempo, el poder, el otro, dios o nuestras creencias, son todas temáticas que se pueden abordar filosóficamente, pero que al mismo tiempo están implantadas en nuestra concepción del mundo. Todos partimos ya de una definición de estos temas, desde la cual nosotros generamos nuestras prácticas, por eso lo que hace la filosofía es deconstruir ese sentido común, mostrar que esas formas que están instaladas puede ser de otra manera.

Encontramos muchos puntos en común entre la música y la filosofía, sobre todo a nivel de cómo ambos géneros están atravesados por la misma búsqueda. Muchas canciones del repertorio del Rock Nacional las percibimos como pensadas desde la pregunta existencial, ya sea de Spinetta, Los Redondos, Charly, Fito o Soda. Estos autores tienen letras que uno las colocaría en el estante de canciones que se hacen preguntas o que están desde la poética musical tratando de generar cierta zozobra a lo que pensamos sobre las cosas.

Gracias a esto fue que se dio como de modo natural ver si podían conversar estas letras con las ideas de Nietzsche, Platón, y más. Lo que se va generando es que al ponerlas juntas la canción va tomando otra envergadura y el concepto filosófico va formando una musicalidad, casi como una danza.

filosofiaLa Filosofía fue perdiendo su vínculo con lo masivo y con lo popular, osea, con lo democrático que provoca. La filosofía de por sí es un acontecimiento que democratiza porque lo que hace todo el tiempo es evidenciar la alianza entre el saber y el poder, entonces, permite que cualquiera dando lugar a ese tipo de cuestionamientos pueda rever el lugar en el que se lo ha fijado en la escala cultural, social y existencial.

Me parece que también ha sido parte de la historia de las instituciones educativas y académicas el haberse aislado de lo popular y de lo masivo, y por ende elitisado. Hay que salir de esa dicotomía de lo que es la academia y la divulgación, o la investigación y la difusión.

Yo creo que lo que se fue dando en estos últimos años, es que todo el mundo pueda acceder e incluso apropiarse de estos conocimientos. Esto no les da un conocimiento académico, nadie va a recibir un título académico, pero lo que nosotros vemos es que aunque no estudies filosofía podes venir a un espectáculo y poder conectar con algunas ideas de ese saber que aparte tienen un efecto transformador.

Lo que uno se va dando cuenta cuando hace filosofía es que ese apego que tiene a sí mismo es una ilusión que empieza a deconstruirse y así se descubre que en el fondo siempre somos otros. La otredad es la que siempre nos está constituyendo en lo que somos, e implica una responsabilidad por el otro que se vuelve a veces insoportable. La cultura humana casi siempre ha tratado de ir hacia modelos de auto-afirmación de lo propio para no hacerse cargo de esa otredad que en sí mismo lo atraviesa.

La filosofía puede aportar mucho para poder tratar de comprender la actualidad en que vivimos, con el modo tan particular que tiene la filosofía que es abrir perspectivas diversas que ayuden a que la comprensión de la actualidad se nutra como de otros pliegues.

Hablar sobre el “te amo” es un hilo conductor que nos permite visualizar un problema complejo, que se da entre vivir en dispositivos que nos condicionan y nos serializan en formatos de homogeneización existencial y esa búsqueda irrefrenable del ser humano por su singularidad y su diferencia.

El “te amo” es una fórmula que, justamente, entra en contradicción con lo que en principio se supone que es el amor: un encuentro irreductible con la alteridad del otro.

Hay un montón de definiciones para el amor. La filosofía no habla de otra cosa. “Filosofía” es amor al saber. O sea, habla de sí misma todo el tiempo y no hace otra cosa que buscar algo que nunca puede alcanzar, ir por un objetivo inalcanzable, casi imposible. Es una experiencia de lo imposible. Y esa experiencia es amorosa.

El amor en el que creo es un amor imposible. Cuando se vuelve posible, nunca cierra. Si al amor lo concebimos posible, tenemos que aceptar su imposibilidad. Esa paradoja hace que nos peleemos contra un sentido común que cree en un amor pleno, en el amor romántico en el sentido más naif. Entendemos que, como toda religión y toda farmacología –porque el amor tiene algo de ambas–, lo que busca es sosegarnos. Pero es un sosiego que tiene la estructura de una promesa mesiánica. Esa idea de que en algún momento venidero la cosa va a estar bien.

Uno siempre pone al amor en un futuro realizable, y de algún modo eso regula nuestra tranquilidad existencial. Hay algo del amor, que por un lado nos embellece y le pone onda a todo lo que hacemos, y por otro lado nos hace sufrir. Hay una canción de Caetano Veloso que se pregunta para qué riman el amor y el dolor. Es una asociación a la que en general no le damos bola. Pero todos sufrimos en el amor. Sin embargo, seguimos creando religiosa y farmacológicamente una idea del amor remedio.

Nota. Darío Sztajnszrajber: profesor de Filosofía en FLACSO, la UBA y la UNLP.

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Siguiendo Juan Angel Moliterni:

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