por Jeff Foster
El fundamento de todas las cosas es el amor. Pero nosotros erigimos divisiones y fronteras que luego afirmamos que forman parte del orden natural de las cosas, negando nuestra participación en la creación de la ilusión de un mundo objetivo “fuera de aquí”, cuando hasta los niños saben que el mundo siempre ha estado “aquí”.
Y, con esta separación ilusoria, llega la ansiedad, la soledad y el aburrimiento. Pero tal vez esa sea una bendición porque quizá, en medio de la frustración y de la desesperación emerjan nuevas posibilidades. O quizá no. En cualquier caso, sólo hay que mirar al mundo que hemos creado para darse cuenta de que hay algo equivocado. La mayoría de las personas están asustadas, cerradas y atrapadas en sus caminos. Se consideran meros peones del destino en un universo determinista, y así es como pasan la mayor parte de su vida, como si el mundo “fuera de aquí” (signifique eso lo que signifique) les hubiera conducido hasta lo que ahora son. Pero esa no es más que una hermosa ilusión.
¿Por qué pretendemos estar separados de los demás? ¿Quién eres ahora? ¿Quién o qué está percibiendo ahora estas palabras? ¿Quién es, en este momento, consciente de las imágenes y de los sonidos de esta habitación? ¿Tú? ¿Y quién eres “tú”? ¿Eres acaso el mismo “tú” que hace cinco años, el mismo que cuando eras niño? ¿Ha cambiado ese “tú” con el paso del tiempo? ¿Y quién es consciente de ese cambio? Ya ves, ahora mismo hay imágenes, sonidos y olores y, junto a ellas, también hay una idea de ti como individuo, como persona, como entidad de algún tipo que tiene un pasado y un futuro.
Pero ¿en qué y en quién emerge ahora todo eso? Si eres sincero, tendrás que admitir que aquí no hay nadie. Lo único que hay son imágenes, sonidos y olores (pero no palabras ni conceptos, sino la realidad a la que apuntan esas palabras, es decir, imágenes, sonidos y olores presentes), sin nadie que las esté viendo, escuchando y oliendo. Sólo sensación pura, eso es todo. Y entonces podría aparecer la idea de que “Yo estoy viendo” o “Yo estoy oliendo”, con lo cual nos veríamos obligados a responder a la auténtica cuestión: ¿quién está en el centro de todo esto? ¿Y qué podemos decir de otros yoes aparentes? Cuando aparece alguien en escena, emerge el pensamiento de que “Aquí hay otra persona, otro individuo semejante, pero separado de mí”. Y, con ello, también emerge la violencia.
En realidad, cuando aparece “otro”, yo no tengo idea de lo que está frente a mí, si esa persona habla, parecemos mantener lo que se conoce como una “conversación”. Pero, ¿existe realmente alguna separación entre nosotros? ¿No es acaso esa separación una construcción del pensamiento? ¿Y no somos, tú y yo, lo mismo? Vivimos como si estuviésemos separados y, con ello, llega el aislamiento, la soledad, la ansiedad, el deseo de ser famoso y la desesperación por ser superiores a los demás. Separación es violencia, y violencia es separación. ¿No está, en la raíz de todo esto, la noción de separación entre “nosotros” y “ellos”? Nuestra única oportunidad aparece cuando la violencia se disuelve, es decir, sólo cuando vemos a través de ella.
«Estamos acostumbrados a ver las cosas en fragmentos, a mirar el árbol, la esposa, la oficina, el jefe, cada cosa separada. Entonces, ¿cómo puedo ver el mundo, del cual soy parte, de forma completa y total, sin divisiones? ¡Amo a mi esposa y odio al jefe!, ¿comprende lo que eso significa? Si (de verdad) amo a mi esposa, debo amar también a todo el mundo, ¿verdad? Únicamente cuando hay amor no existe división; ¿comprende? Cuando odia genera división, porque entonces está ansioso, es codicioso, envidioso, cruel, violento. En ese amor no hay división. La división surge cuando hay miedo; pero cuando uno ama, no hay yo y el otro, nosotros y ellos. Seguramente, ahora dirá: «¿Cómo puedo amar? ¿Cómo conseguiré ese perfume?». Sólo hay una respuesta a eso, mírese a sí mismo, obsérvese; no luche consigo mismo, sino observe, y de esa observación, de ese ver las cosas como son, quizás entonces surja ese amor. Pero tiene que trabajar muy duro cuando observa, no puede ser perezoso, ni estar desatento» -Krishnamurti.
El amor no es algo que hagamos, sino algo que somos, pero esto se ve oscurecido por la ilusión de separación, aunque, en realidad, jamás se oscureció, porque siempre está aquí y nunca hemos dejado de serlo. Quizá nuestro empeño en “ser alguien” en este mundo nos lleva a olvidarlo. Quizá, cuando niños, conocíamos la verdad de que este momento es lo único que tenemos. En este momento –y sólo en él– somos uno. La separación no es más que la ilusión del pasado y del futuro.
La misma necesidad de ser libre crea al que quiere ser libre. Recuerda el sermón silencioso de Buda que, sin decir nada, mantuvo entre sus dedos una flor ante su audiencia. Sólo Kasyapa sonrió, mientras que el resto permaneció desconcertado. Kasyapa fue el único que “entendió”, porque sabía que no había nada que entender. Sólo había una flor. Cuando buscas algo diferente a la flor, realmente no ves la flor. Kasyapa vio la flor y le gustó. Así de sencillo, así de evidente.
La vida, como la arena que se escurre de nuestras manos, no puede ser apresada. De hecho, cuanto más nos esforzamos en apresarla, menos “vivos” estamos.
Somos vida y todo lo que hacemos y dejamos de hacer siempre es una expresión perfecta de la vida, de la Unidad.
Todo somos una sola familia bajo el sol, unida por algo tan profundo que ni siquiera podemos llegar a imaginar.
Mirar el mundo, hablar y relacionarse con cosas aparentes y con otros aparentes es estar total y completamente enamorado. Y estar total y completamente enamorado de todas las cosas es el fin de toda violencia, interna y externa, porque violencia es separación, y separación es violencia. Cuando todo es yo, cuando no hay otros, cuando se trasciende la división entre uno y los demás, apare un amor y una ecuanimidad que lo impregna todo y a todo el mundo, un amor que satura todas las aparentes interacciones con otros aparentes, un amor que siempre ha estado aquí y del que quizá nos habíamos olvidado un rato.
Mira todas las cosas que te rodena: la toalla sólo tiene significado porque es la que cada mañana utilizas para secarte; la silla sólo tiene significado porque en ella te has sentado innumerables veces para descansar después de un día agotador, etc., hasta que, en ellos se refleja el universo entero. Tú has vivido esta vida, tú te has familiarizado con estas cosas y tú has creado, de ellas, tu propia sensación única. Tú posees este mundo y lo has creado de la nada. Tú eres un mago, y hasta un dios que ha llenado la vacuidad de significado, de objetivo.
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