Nuestro cerebro evolucionó para encontrar patrones

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Nuestro cerebro evolucionó para encontrar patrones. O, mejor dicho, fue gracias a que nuestro cerebro fue capaz de encontrar patrones que nuestra especie sobrevivió.

Los dos hechos están relacionados y seguramente no es posible decir si uno fue primero que el otro.

Adoramos tanto los patrones que nuestra mente puede de verdad llegar a encontrar una inesperada tranquilidad en ello. El latir de un corazón, el sonido de la lluvia, el minimalismo de Philip Glass o de Arvo Pärt… algo hay en esa repetición que nos calma, nos acuna podría decirse; quizá, en el fondo nos recuerda un tiempo primordial que sólo intuimos y en el que existía apenas lo elemental necesario para la vida y la existencia.

El vídeo que ahora compartimos es obra de Thunder Tillman, un artista de origen sueco que trabaja tanto con imágenes como con sonido (él mismo es músico) y que en este caso quiso retomar el ruido blanco que a veces emanaba de los televisores en la década de 1980, confundiéndose indistintamente en la continuidad de un rumor distorsionado –y sin embargo constante–, un sonido y una imagen que no transmitían nada.

La animación resultante sin duda será como un masaje hipnótico para tu cerebro, un vistazo al paraíso ilusorio de la repetición que no cesa…

Los Fractales

Hay un cierto placer en ver fractales y esto tiene que ver con el confort que recibe nuestro cerebro. Desde que el matemático francés Benoit Mandelbrot acuñara el término «fractal» en 1975 para describir estructuras matemáticas auto-similares, los fractales han invadido la imaginaria popular. Desde diversas teorías que sugieren que el cerebro e incluso el universo es esencialmente fractal hasta numeroso softwares para generar fractales, el hombre moderno siente una profunda atracción por los fractales. Y es que, de hecho, ver fractales hace sentir bien al ser humano, en parte porque su misma visión opera de manera fractal.

Richard Taylor, físico de la Universidad de Oregon, ha estudiado los efectos que produce en el cerebro humano ver fractales. Taylor incursionó en este campo luego de que intuyera que las pinturas abstractas de Jackson Pollock contenían estructuras fractales (antes de que se llamaran así). En 1999 Taylor publicó un artículo en el que demostraba que la obra de Pollock, el aparente caos de su pintura (que podría parecer como si hubiera sido caóticamente salpicada sobre un lienzo), tiene una estructura fractal, similar al flujo de la electricidad. No hay duda de que muchas obras de arte contienen una estructura fractal que aguarda a que alguien sepa buscarla. Y es que es nuestra naturaleza querer ver lo fractal.

Taylor hizo un experimento en el que diversas personas, a las cuales se les conectó a un aparato que mide las ondas cerebrales, fueron expuestas a imágenes de la naturaleza transformadas en fractales. Taylor y sus colegas descubrieron que los individuos prefirieron imágenes que entran en una escala de 1.3 y 1.5 dentro de una dimensión fractal matemática D (una escala para evaluar la complejidad fractal de una imagen). Estas imágenes se correlacionaron con actividad de ondas alfa en los lóbulos frontales, asociada al placer y la relajación. El equipo también encontró que ver fractales en esta escala media de complejidad matemática tiene un efecto similar a escuchar música. Ver las hojas de unos helechos o el litoral del océano es similar a escuchar a Bach o a Brahms, sugiere Florence Williams escribiendo en Aeon.

El siguiente vídeo fusiona la obra de Bach, su arte de la fuga, con algunos de los conjuntos del matemático francés Benoit Mandelbrot, los cuales se iteran de manera auto-semejante hasta el infinito. El vídeo tiene el curioso y atinado nombre de MandelBach. Como dice un usuario, «este vídeo suena y se ve, los dos, como Dios».

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Centro Escuela Claridad

El «Cánon del cangrejo», según Douglas Hofstadter en su libro Gödel, Escher y Bach, es una especie de palíndromo musical, un espejo del tema musical en el tiempo. Hofstadter explica que estas estructuras también se hallan en el ADN; una estructura similar a un extraño bucle que se encuentra en los dibujos de escaleras reversibles de Escher, en las matemáticas de Gödel, en la música de Bach y en la naturaleza. Hofstadter aplica este mismo principio a sus diálogos paradójicos entre la Tortuga y Aquiles.

Vemos el mundo de manera fractal, nuestro acto de ver reproduce pequeñas versiones de una visión general inicial. Esto hace que estemos cableados para entender los fractales. Los fractales, que son una especie de orden dentro del caos, nos alivian y reducen el estrés naturalmente, además de hacernos filosofar y creer que vivimos en un universo que produce imágenes de sí mismo hasta el infinito y, por lo tanto, existe un viso de pertenencia a través de la belleza y el orden matemático.

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