por Jeff Foster
Estamos tan ocupados intentando escapar del malestar y el dolor, y alcanzar la completitud en el futuro, que acabamos pasando por alto la incompletud presente.
Estamos tan ocupados intentando volver a casa que pasamos por alto el hecho ineludible de que ya estamos en casa.
Estamos tan ocupados intentando mantener una imagen de nosotros, intentando demostrarnos y demostrarle al mundo quiénes somos, que pasamos por alto que lo que somos es sencillamente el inconmensurable espacio abierto en el que todas las imágenes vienen y van.
Estamos tan ocupados buscando que acabamos pasando por alto este espacio abierto que lo contiene todo, un espacio abierto que es en sí mismo el final de la búsqueda.
Eres eso que buscas, como los grandes maestros espirituales nos han dicho siempre. Y no lo encontrarás en el futuro. Solo se puede encontrar en el ahora.
Lo que hacemos, en esencia, es no permitir que una ola, que ya es expresión perfecta de la vida, esté en la vida. Estamos tan profundamente condicionados a juzgar las olas de experiencias, a dividirlas en buenas, malas, feas, hermosas, seguras, peligrosas, positivas o negativas que acabamos pasando por alto la completitud inherente a cada ola de experiencia: a cada pensamiento, sentimiento y sensación.
Nos erigimos en jueces de las olas y, básicamente, juzgamos que unas están bien y otras no están bien, así que permitimos que algunas existan en lo que somos y otras no. Y aquí es donde empieza eso a lo que llamamos resistencia.
Muchos maestros espirituales hablan de la resistencia que oponemos al momento presente y de cómo esa resistencia se halla en la raíz de todo nuestro sufrimiento psicológico. Ahora podemos entender por qué nos resistimos a un pensamiento o sentimiento: lo percibimos como una amenaza a lo que somos. Nos resistimos por miedo, porque no vemos la inseparabilidad e intimidad que hay entre lo que somos y lo que aparece en la experiencia presente. Así que, a cierto nivel, sentimos que lo que está ocurriendo no está bien, y nos retiramos para evitarlo.
Todo el sufrimiento humano es una variación de este tema (metáfora): intentar controlar las olas, intentar controlar la experiencia del momento presente para que se amolde a nuestras ideas y conceptos de cómo debería ser. Si quieres sufrir, ¡compara este momento con tu imagen de cómo debería ser!
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La aceptación
Aceptar no es un logro sujeto al tiempo, sino la realidad del eterno momento presente.
“Si usted no cambia, está muerto, es obvio. La vida es movimiento, no es estancamiento. Si usted niega la vida, está muerto. Vida y cambio son sinónimos” -Krishnamurti.
La aceptación no es un estado que se deba alcanzar en el futuro. No es algo que hayamos de buscar, esperar, anhelar, suplicar. No es un logro personal ni algo que llegue tras años de esfuerzos. No es un acontecimiento mágico, una transformación de la consciencia ni un cambio energético que se producirá algún día. No es una tarea ni el trabajo espiritual que has de desempeñar con disciplina. Es algo que has de redescubrir justo en mitad de tu experiencia presente, aquí y ahora, esté ocurriendo lo que esté ocurriendo.
La aceptación no es una meta futura, sino una realidad presente, siempre. Si es la gracia, entonces es una gracia siempre presente, al alcance de todos, todo el tiempo.
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Esta definición revoluciona totalmente la idea que tenemos de la aceptación y el rechazo. La aceptación ya no depende de mí, un individuo separado que intenta aceptar, que intenta vivir en un estado de constante aceptación, que intenta alcanzar la aceptación como una meta futura, que intenta estar a la altura de un inalcanzable ideal de aceptación que los gurús han fomentado, y que no es sino otra forma de búsqueda.
La aceptación consiste en reconocer que eres el espacio abierto de la aceptación, el océano que acepta de antemano todas sus olas, incondicionalmente, aquí y ahora… incluida cualquier ola de no-aceptación.
La aceptación que se hace con cualquier tipo de esperanza, motivo o expectativa no es aceptación real, sino rechazo disfrazado.
Sin embargo, no quiero que me creas; quiero que descubras tú mismo estas verdades. Todo lo que contiene estas notas guarda relación con ese descubrimiento.
Si todo sufrimiento es sencillamente la ceguera a la profunda aceptación, visto desde esta perspectiva, todo sufrimiento es una invitación a aceptar profundamente el momento presente. Entonces, el sufrimiento, el estrés o malestar psicológico deja de ser algo malo o dañino que hayamos de trascender o destruir, y se transforma en una oportunidad única de que veas con qué sigues en guerra, qué es lo que todavía buscas. En el interior del sufrimiento, siempre encontrarás esta guerra; siempre encontrarás la ceguera a esta profunda y total aceptación.
La guerra es, por tanto, una invitación a regresar a esta aceptación profunda y total. El sufrimiento duele, y el dolor nos señala el camino a casa. “Nostalgia” es una bella palabra que literalmente significa “el dolor del regreso al hogar”. Pero también podría significar “el descubrimiento del hogar incluso en medio del dolor”, porque el hogar está siempre presente, aun en mitad de todas esas experiencias de las que preferirías escapar, lo mismo que el océano está siempre presente en cada ola y adopta la forma de cada ola.
Intentamos cultivar en nosotros cualidades como el amor, la paz, la aceptación y el desapego. Nos agotamos intentando amar, intentando aceptar, intentando relajarnos, intentando no juzgar y no identificarnos con nada, e incluso intentando poner fin a la búsqueda de una vez por todas. Pero cuando descubrimos quiénes somos realmente, nos damos cuenta de que todas estas cualidades no son resultado del esfuerzo de una persona separada, sino que están ya presentes de modo natural en quienes somos antes de que nos identifiquemos como personas separadas.
Lo que somos es por naturaleza expresión de amor y aceptación, está profundamente relajado y siempre en paz, nunca apegado a ninguna forma, y nunca ha buscado nada. Por naturaleza, no juzga ni elige, y está siempre libre de toda identificación. Es el océano, siempre en reposo en medio de la tormenta, permitiendo eternamente la existencia de cada ola, sin juzgarla, sin oponerle resistencia ni apegarse a ella. El final de la búsqueda de toda una vida no es una meta futura, sino lo que ya somos.
“El aprendizaje más útil […] es desaprender lo que no es verdad” –Antisthenes.
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