Maestro Djwhal Khul
En relación a los ambientes necesarios para que los niños puedan crecer adecuadamente el Maestro nos señala:
«Primeramente y sobre todo, debe proporcionársele al niño un clima en que puedan florecer y surgir ciertas cualidades:
1. UN AMBIENTE DE AMOR en el que el temor desaparezca y el niño se dé cuenta que su timidez, reserva y cautela, no tienen razón de ser; un clima en el que reciba un trato cortés de parte de los demás, esperándose de él ese mismo trato. Esto en verdad es raro de encontrar en las aulas o en el hogar. Esta atmósfera de amor no es una fórmula emocional o sentimental; se basa en la comprensión de las potencialidades del niño como individuo, en el sentido de verdadera responsabilidad, libertad de prejuicios, antagonismos raciales y, sobre todo, en una ternura despertada por la compasión. Ésta se funda en el conocimiento de las dificultades de la vida, en una sensibilidad hacia la respuesta afectuosa y normal del niño, y en la inteligencia de que el amor siempre extrae lo mejor que hay en el niño y en el hombre.
2. UN AMBIENTE DE PACIENCIA en el que el niño pueda convertirse, normal y naturalmente, en un buscador de la luz del conocimiento, donde esté seguro de encontrar siempre una contestación inmediata a su demanda y una respuesta cuidadosa a todas sus preguntas, y donde no existe la urgencia del tiempo. La naturaleza del niño se tuerce por la precipitación y el apresuramiento de aquellos con quienes se halla forzosamente ligado. No tienen tiempo para instruirlo y responder a sus pueriles aunque muy importantes preguntas; por eso el factor tiempo llega a ser una amenaza para su correcta evolución, y lo lleva eventualmente a una vida de evasión y falsas perspectivas. Su norma de valores se deforma cuando ve la impaciencia que le demuestran aquellos con quienes vive. La impaciencia de quienes lo rodean y de los que depende tan patéticamente el niño, siembra las semillas de la irritabilidad, y un número mayor de vidas de las que podemos imaginar están arruinadas debido a ello.
3. UN AMBIENTE DE ACTIVIDAD ORDENADA en el que el niño pueda aprender los primeros rudimentos de la responsabilidad. Los niños que nacen en esta época se beneficiarán con este nuevo tipo de educación porque están al borde de ser conscientes del alma. Una de las primeras señales de ese contacto con el alma, es un rápido desarrollo del sentido de responsabilidad. Esto debería tenerse muy en cuenta, porque el hacerse cargo de pequeños deberes y compartir responsabilidades (que siempre conciernen a alguna forma de relación grupal) es un factor poderoso que determina el carácter del niño y su futura vocación.
4. UN AMBIENTE DE COMPRENSIÓN donde el niño esté siempre seguro de que serán aceptados los motivos y razones de sus actos, y sus mayores comprenderán la naturaleza de sus impulsos, aunque no siempre aprueben sus actividades o acciones. Muchas de las cosas que el niño hace no son dañinas ni intencionalmente malas. Es impulsado, con frecuencia, por un frustrado espíritu inquisitivo o el deseo de desquitarse por alguna injusticia (debido a la falta de comprensión de los adultos respecto a los actos del niño), o por la incapacidad de emplear el tiempo debidamente (porque la voluntad directriz en esta edad es a menudo totalmente pasiva, y no dejará de serlo hasta que la mente empiece a actuar), y por el deseo de llamar la atención, deseo necesario en el desarrollo de la autoconciencia, lo que requiere comprensión y orientación muy cuidadosa.
Los adultos son quienes fomentan en el niño un temprano e innecesario sentido de culpa, de pecado y de maldad. Se da demasiada importancia a las cosas pequeñas que en realidad no encierran maldad, pero fastidian en tal forma al padre o educador, que el verdadero sentido del mal (el de no mantener correctas relaciones con el grupo) se pasa por alto. No tienen importancia alguna las numerosas, pequeñas e insignificantes cosas que se le achacan al niño mediante la constante reiteración de “no hagas eso” y el empleo de la palabra malo –actitud basada mayormente en el fracaso paterno para comprender al niño y tenerlo ocupado. Si estos aspectos de la vida del niño se manejan correctamente, entonces las verdaderas cosas malas, el infringimiento a los derechos de los demás, los abusos del deseo individual sobre las necesidades del grupo y el daño o perjuicio causado a otros para lograr ventajas personales, lo verá en su exacta dimensión y a su debido tiempo. Entonces la voz de la conciencia, que es el susurro del alma, no se apagará, ni el niño será un antisocial; pero llegará a serlo si no encuentra comprensión, porque tampoco él podrá comprender, o si las circunstancias le exigen demasiado”.
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“Conocemos, ¡Oh! Señor de vida y Amor, la necesidad:
conmueve nuevamente nuestros corazones con amor,
para que nosotros también, podamos Amar y Dar”.
Yo Soy Djwhal Khul
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