Telepatía Intergaláctica

naveEstos son algunos de los temas relacionados con los Arcturianos, mencionados hace muchos años en sus canalizaciones y que se encuentran actualmente en el foco de la ciencia actual.

Inteligencia Superior

Desde mediados del siglo XX, el tema de nuestra búsqueda de una inteligencia superior se ha expresado en el arte, la literatura y las películas a nivel mundial. En 1998, la película “Contacto”, que se basa en el libro de Carl Sagan del mismo nombre, presenta dos perspectivas distintas de nuestra relación con un poder superior, lo cual refleja el dilema actual entre la ciencia y la religión.

A pesar de lo buena que parece ser nuestra ciencia, las mentes más privilegiadas de nuestros días admiten que nuestra comprensión actual es incompleta. A pesar de la claridad del código genético, las ecuaciones de Einstein sobre la energía y la materia, la maravilla de la comunicación por Internet, existen huecos que siguen sin llenarse en nuestra visión científica de la creación. Citando una observación común: “Cuanto más descubrimos, más comprendemos lo poco que sabemos”.

Al mismo tiempo, es posible que la respuesta a nuestra pregunta sobre “cómo empezó todo” ya exista de una manera que ha sobrevivido a las pruebas del hombre y la naturaleza. Encerrados en vasijas de barro y enterrados bajo siglos de arenas del desierto, los códigos escritos de nuestro pasado podrían tener también los registros más completos sobre nuestros orígenes.

Además, podríamos descubrir que los rastros de letras escritas y los pergaminos a punto de desmoronarse que preservan nuestra historia, también contengan el secreto de nuestras capacidades y nuestro destino. Así como los pobladores de Norteamérica describieron su experiencia inicial con el ferrocarril diciendo que era un “caballo de hierro”, la clave es reconocer que los secretos de nuestro pasado se han registrado como los pensamientos y las ideas de otras épocas.

En el vocabulario de su tiempo, nuestros ancestros describieron cómo recibieron respuestas a las mismas preguntas que nosotros nos hacemos hoy en día, cuestionando nuestro origen, el significado de la vida y cómo sobrevivir a los sufrimientos del mundo.

Antes de que se popularizara el vocabulario para describir otras dimensiones y los hologramas cuánticos, los principios para explicar los misterios de la creación ya existían. Con las únicas palabras que ellos sabían, los eruditos de la antigüedad describieron las visiones y revelaciones que les ayudaron a encontrarle sentido a su vida. En ese vocabulario, por ejemplo, las “dimensiones” se describen como “cielos”, mientras que las fuerzas de la naturaleza se transforman en “ángeles” del Sol, del Viento, de la Tierra y del Aire; y la capacidad consciente del individuo se capta como “el aliento de Dios”.

A lo largo de la historia han existido rumores sobre conocimientos que preservan tales experiencias visionarias, cuya fuente se dice data de la época de nuestros inicios. Mediante el estudio de nuestras antiguas leyendas, es común descubrir un fundamento basado en hechos a partir del cual se crearon esos relatos y mitos, algunos de los cuales han persistido durante miles de años.

El descubrimiento de la ciudad de Troya por Heinrich Schhemann en 1870, por ejemplo, se basó en su creencia de que La Ilíada, la obra clásica de Homero, era un relato real de hechos históricos. Utilizando La Ilíada como mapa verbal, Schhemann siguió las pistas del texto y logró uno de los hallazgos arqueológicos más grandes del siglo XIX.

Otros ejemplos de descubrimientos que fueron el resultado directo del estudio y la investigación de leyendas y mitos antiguos, incluyen el descubrimiento de Machu Pichu, la Ciudad Perdida de los Incas, por Hiram Bingham en 1911, y el descubrimiento del Arca de Noe en el Monte Ararat en Turquía a finales del siglo XX.

En una época en que el ritmo del conocimiento humano se está duplicando cada diez años y la maquinaria puede reducirse al tamaño de los átomos, todavía dependemos de los registros más antiguos de nuestro pasado para entender quiénes somos; registros preservados como las letras de los alfabetos de la antigüedad. AI mismo tiempo, el origen de los alfabetos del mundo, y los lenguajes subsecuentes, permanece como uno de los mayores misterios sin resolver de nuestros tiempos.

Telepatía Intergaláctica

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La telepatía intergaláctica podría ser la mejor forma de contactar inteligencia extraterrestre.

Encontrar vida extraterrestre enviando señales de radio con fórmulas matemáticas no es muy probable. Simplemente porque el cosmos es enormemente vasto, ya que tan sólo para llegar al otro lado de nuestra galaxia -una entre miles de millones- el mensaje tardaría 100 millones de años. Así que habría que esperar otros 100 millones de años para recibir una respuesta. Y, cómo dice Rupert Sheldrake, para ese entonces: «¿quién se va a acordar de la pregunta?».

Así que, si realmente queremos tener un buen prospecto para encontrar vida inteligente en otras partes del cosmos, debemos probar con algo más veloz que la velocidad de la luz. Esto es un problema para la ciencia, ya que, aunque podemos pensar que nuestra tecnología va a aumentar exponencialmente, no existen indicios de que podamos viajar más rápido que la velocidad de la luz, si tomamos en cuenta las constantes universales aceptadas hoy en día y el límite que representa la velocidad de la luz.

Sheldrake, aunque tiene un pedigrí científico -estudió en Cambridge y demás-, no es un científico que piense como la mayoría. La alternativa para resolver este predicamento, según él, es lo que la ciencia llama «el problema duro»: la conciencia.

La ciencia no sabe realmente qué es la conciencia; incluso, algunos científicos niegan su existencia o la rebajan a un mero epifenómeno de la complejidad de la materia. Sheldrake, quien es uno de los principales investigadores de la telepatía (campos morfogenéticos), considera que la conciencia no sólo es fundamental, sino que existe más allá del cuerpo; existe como un campo, como una mente extendida.

Sus experimentos con telepatía le hacen pensar que en lugar de invertir en millonarios proyectos como el SETI podríamos invertir en estudiar y desarrollar nuestra propia conciencia, y esto nos brindaría un método para responder a las grandes preguntas de la actualidad -ya no sólo sobre la existencia de Dios, sino sobre vida extraterrestre inteligente. Entra entonces la «telepatía intergaláctica».

La idea suena descabellada, como algo en lo que pensarían las huestes que usan sombreritos de aluminio, pero si uno la considera sin prejuicios, no lo es tanto. Y es que, si la conciencia es fundamental y existe en todas las cosas, como muchos científicos empiezan a creer (gracias a la aceptación que está teniendo el panpsiquismo entre algunos de los neurocientíficos y filósofos más reputados, como Christopher Koch o Thomas Nagel), entonces es posible que haya enormes difusiones de conciencia, no sólo seres parecidos a nosotros.

No sólo los animales, las plantas o los cristales podrían tener algún tipo de conciencia; también las estrellas, las galaxias e incluso el universo mismo podría ser algún tipo de súper-conciencia integrada. Pese a que la conciencia es lo más fundamental e íntimo que tenemos -todo lo demás es una inferencia- no conocemos realmente qué es y, menos aún, sus límites.

Así que, por lo menos, sondear la conciencia debería ser tan importante como sondear las profundidades del espacio cósmico. Y quizás al hacerlo nos llevemos la sorpresa de que al profundizar en nuestro conocimiento de la conciencia logramos descifrar los secretos más remotos del universo. Telepatía intergaláctica: he allí un poco de comida para la mente.

Se logra transferir memoria de un caracol a otro

Pocas cosas son más dignas del imaginario de la ciencia ficción especulativa que la transferencia de memorias.

Hemos visto numerosas novelas y películas que juegan con esta idea, la cual, al final de cuentas, supone un cambio de identidad, ya que somos fundamentalmente nuestra memoria, incluso algunas filosofías como la budista sugiere que el yo no tiene existencia intrínseca, surge a partir de una colección de memorias.

Salvando la brecha entre la ficción y la ciencia, el neurobiólogo David Glanzam parece haber logrado transferir memorias entre caracoles, vía inyecciones de RNA. Lo trascendente de esto es que parece modificar notablemente el entendimiento que tiene la ciencia sobre cómo se guarda la memoria.

Comúnmente se cree que la memoria se almacena en las sinapsis, en las conexiones entre las neuronas, pero Glanzman sostiene que el RNA -el mensajero celular- es la clave en el almacenamiento de la memoria.

Glanzman administró shocks eléctricos a un tipo de caracol marino llamado Aplysia californica. Los caracoles reaccionaron a estos estímulos con reflejos de defensa por unos 50 segundos. En cambio, caracoles que no recibieron shocks, reaccionaron a un contacto leve con una respuesta de defensa de apenas un segundo. Luego Glanzman tomó RNA del sistema nervioso de los caracoles shockeados y lo inyectó a otros caracoles. Cuando se les tocaba levemente estos caracoles exhibían la misma reacción dramática -en este caso de 40 segundos- que habían exhibido los caracoles que recibieron los shocks.

Además, Glanzman inyectó el RNA eléctricamente excitado a las neuronas sensoriales de los Aplysia en un plato de Petri, lo cual aumentó la excitabilidad de las neuronas.

Glanzamn cree que en un futuro esta técnica podría usarse para disminuir los efectos del trauma o de enfermedades como el Alzheimer. Ciertamente, de confirmarse, y teniendo en cuenta que la memoria humana debe de ser mucho más compleja, esto abre un campo de fascinantes posibilidades.

Otros científicos no están del todo convencidos y creen que lo que se transfiere no es la memoria per se sino una especie de reverberación de una respuesta conductual básica. Más que transferir la memoria, según el profesor Tomas Ryan, se hace una activación del comportamiento base que es el retraerse ante un estímulo, vía la inyección.

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