El Poder de la Oración

foto de juan angel moliterni en méxicoEn palabras del Maestro... Hay mucha gente en el mundo que experimenta gran sufrimiento. La oración es el único remedio para aliviar tal miseria. No hay nada en el mundo que no se pueda conseguir por la oración. La oración es normalmente considerada una actividad espiritual exclusiva para aquellos que siguen una religión, o para aquellos buscadores espirituales que dedican su vida a esas prácticas. Sin embargo, la oración es la forma más elevada de comunicarse con el Señor. Es un medio al alcance de todos nosotros, independientemente de la forma de Dios que adoremos, la religión que practiquemos o aun para aquellos que sólo ven un poder superior en la naturaleza. Es un verdadero instrumento de comunicación con el Señor al alcance de cualquier ser humano.

Esta herramienta puede ser utilizada en forma física, adoptando posiciones específicas del cuerpo, manos, etc. Puede también utilizarse en forma oral, en forma de canto o simplemente en una comunicación en voz alta. Finalmente, también uno la puede adoptar en forma mental, pensando una oración sin que medie ningún comportamiento físico o hablado preestablecido. Para orar no existe ninguna limitación de medios, roles, sexo o cualquier otra división que se nos pueda ocurrir. La única limitación está impuesta por la voluntad individual de querer llevar a cabo esa acción. Siguiendo el razonamiento, vemos que nadie tiene límites para comunicarse con el Señor. Esto mismo es el primer beneficio de la oración.

Cuando uno se comunica con el Señor, con cualquier forma de Dios, con el poder de la naturaleza, lo primero que está haciendo es reconocer su propia limitación, comenzar a asumir que esta persona que uno se reconoce ser no es el hacedor total de todo. Esta acción por sí misma hace que seamos menos egocéntricos y egoístas, justamente por darnos cuenta de nuestras limitaciones para resolver todo aquello que quisiéramos. Este primer gran beneficio se va apreciando día a día en la vida cotidiana. Los gestos físicos como arrodillarse, o ponerse a los pies de una imagen, o impostar las manos en el centro de nuestro corazón, no tienen otro objeto que el de ir acostumbrando a nuestra mente a que existe un poder superior al que le asignamos a nuestra persona o aun a cualquier persona.

Cuando oramos pidiendo algo que deseamos, incluso cuando los resultados no estén en concordancia con nuestras expectativas, igualmente nos sentimos mejor, con menos peso encima, ya que reconocemos nuestra limitación para lograr ese deseo y lo depositamos en otro poder superior. Puede ser que uno se dé cuenta o puede que no, pero esta acción, fundamentalmente, trae alivio interior. La oración puede tener diferentes propósitos, de acuerdo con determinadas situaciones personales o con las características de los individuos. Sai Baba nos ilustra en relación a ésto, describiendo los tipos de devotos que hay y los propósitos de la oración, dice observar 4 tipos:

  1. El primero es aquel que recuerda al Señor durante las crisis y dificultades. Cuando todo parece funcionar bien, él mismo se atribuye el éxito.
  2. El segundo, es la clase de persona religiosa que ha tomado conciencia de la gracia que otorga Dios en su vida, pero su motivación para orar siempre se refiere a la obtención de beneficios personales, materiales o placeres. Ora sólo para el alivio de las necesidades propias.
  3. El tercer tipo es una persona que llamamos buscador de la verdad, aquel que dedica su vida al auto-conocimiento y la liberación de las ataduras de la mente. Frecuentemente su oración es para alcanzar el crecimiento interior y la madurez necesarios para la obtención de este conocimiento.
  4. El cuarto tipo de individuo es el sabio. El es uno con el Señor. La oración del sabio es una expresión de sabiduría y la forma más elevada de oración.

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Independientemente del tipo de persona que uno sea, cuando ora reconociendo la presencia del Señor, lo primero que comprende es que existen Leyes que están fuera de nuestro alcance. La oración como acción es una invocación a la gracia del Señor y sus leyes. Al haber comprendido esto, nuestra mente pasará a un estado de mayor ecuanimidad y reconocerá que cada fin buscado requiere de esfuerzo, tiempo, la gracia del Señor y la aceptación amorosa de los resultados obtenidos cualquiera que éstos sean. Si tenemos esta sincera motivación, la gracia del Señor ya se habrá derramado en nosotros, mucho antes de conseguir el fin concreto, simplemente por darnos paz interior y ecuanimidad en la mente. Llegar voluntariamente a esta verdadera motivación de orar es la llave que abre la puerta hacia la libertad de conciencia y la liberación de la mente.

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